Lo que tú digas cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú digas cariño.
Cuando llego a casa por la tarde, cansado y apestoso, después de estar diez horas vendimiando, recogiendo la aceituna rellena de Don Perignon, lo que más me apetece es darme un baño caliente de dos horas en leche de burra de Clinique.
Con dos chicas rubias abanicándome parsimoniosamente con sendos pai-pais de auténtica pluma sintética de oro de loro de ley.
Pero sin embargo me encuentro con que tú me dices que me abra un brick de gazpacho.
Que no te apetece hacer nada porque hace mucho calor, y encima tienes pérdidas de orina.
Entonces yo no sé si cardarme o suicidarme. Pero como en el fondo yo te quiero tanto, me reprimo y me tomo un Tranxilium de 50 de la Señorita Pepis, y con mi mejor sonrisa falsa te digo...
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú digas cariño.
Pero como en el fondo yo te quiero tanto, me reprimo y me tomo un Tranxilium de 50 de la Señorita Pepis, y con mi mejor sonrisa falsa te digo...
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú quieras cariño.
Lo que tú digas cariño.
Lo que tú digas cariño.