Se juntan dos caminos y no hay caminante, Conducirán unidos a ninguna parte. Unidos a ninguna parte, Si aparte, en ninguna parte Se juntan dos caminos si no hay caminante Siguiendo las huellas de los elefantes. Ya será muy tarde cuando llegue Al lugar que suele usar de nido el sueño errante. Me perderé en él, no sabré encontrarte. Estaré del otro lado, alejándome lentamente. Quedará un motivo suplicante, No será suficiente, tan común y tan reciente. Y así hasta que tu mano me despierte, Mientras tanto, seguirá mi canto su rumbo de arriero. La barrera metafísica que nos separe Se parecerá a los arrabales que nos conocieron. Estuvimos allí, también aquí y ahora. ¡Qué predisposición! ¡Qué margen de mejora! Un socavón y una regadera, y quemar madera Por esa gotera que el frío devora. O por ese camino de vuelta Que devuelve todo lo que encuentra, Va siendo hora de que uno mate el ídolo al que adora, Arráncale la primavera y vístete de flora, muy elegante. Ahora que hemos contemplado templos y templado el aire, Nos queda el buen ejemplo de agradecer un baile. Entregados a la suerte del tiempo, delante Me hace señales una luz cambiante. Yo enfrente, me supongo el último habitante. Definitivamente, el restante. Cautivo y delirante entre un montón de gente, Alguna del presente y alguna semejante A lo que fuera en vida. La pasión es ciega y decidida, También la mía y la de los peces que suben la ría. Sin nombrar el cauce al que desafían, Hacen del errante onírico su único guía. Todavía tú, todavía yo, todavía el mundo... Seguimos latiendo en un viento diurno. Iremos naciendo y muriéndonos juntos Hasta que despertemos del sueño profundo. Y se junten dos caminos sin un caminante, Y nos lleven unidos a ninguna parte. Unidos a ninguna parte, Si aparte, en ninguna parte Bailarán los peces como en este charco, Salpicando de música al mundo. Que mantenga la orquesta a flote el barco Hasta que despertemos del sueño profundo.