Si algún día mi palabra se esconde, No me preguntes, no hay un porqué. Y no sé mucho, pero creo que donde Vayan tus pasos, se irán mis pies. Yo reniego del ocaso y del hombre, Hace ya tiempo que me escapé. Y no he cambiado de pasión ni de nombre, Si veo nubes me pongo a llover. Si en el pecho me nace una flor, ¿Seré yo quien la riegue?, Si todavía no sé distinguir el sabor Al probar el licor de la espina que hiere... Hay quien lo descubre a deshora Y prefiere callar al respecto, Hacer caso a una tuneladora Que pasa y perfora el camino más recto. Los hay que cuidan un bonsái Esperando a que crezca, y es ley Conocida que la fe perdida Acaba dormida, abrazada al magüey. Yo, por mi parte, el embargo del arte Lo llevo en la carne y se viste de rojo. Ya no deshojo la flor, La alumbra mi sol, la riegan mis ojos. Y hoy me llega una carta. Una carta que viene del frente. Una carta vacía, por cortesía, De carácter urgente. Y yo le abro la puerta, La recojo y me pongo a coser, Por si la vida no fuera una herida Que lleva bordado mi nombre en la piel. Me compré un saco y un pasaje de vuelta, Pero un atajo fue lo que tomé. Desde que sueño en una cama revuelta, Ya casi no duermo ni pruebo el café. Y hay un motivo que se oculta a la vista, Entre las aristas que alejan el cielo y el mar, Como un sendero de peces y amatistas Que los separa y los vuelve a juntar.