Entre gritos de dolor equivocados Y el llanto de algunos desconsolados Contemplaba a mi hijo en esa cruz clavado Más allá de no tener ningún pecado No sabia por que me pasaba Si sabia que mucho me dolía Ver sufrir a aquel que yo más quería Sentir el alma por la espada traspasada Pero en medio de tanto sufrimiento Mi hijo Dios, en su último suspiro Poco antes de entregar el aliento Me hizo madre de su tan amado amigo No fue fácil responder a ese llamado De seguirlo por el resto de mis días Pero fue el sentirme tan amado Lo que me llevó a darle mi vida No pude dejar de mirar el madero Al que su vida tuvo que entregar En sus ojos, un silencio tan sincero Que decían, "amigo, que bueno que aquí estás" Y en el gran momento de la verdad Olvidándose de aquello que le dolía Como gesto a toda la humanidad Me regaló a su madre, María