Durante aquella última noche de campamento Las nubes cubrían la luna y tapaban la luz Había algo en el aire Un presentimiento de que no todo podía salir bien Sería demasiado perfecto El fuego, ya tenue, disparaba algunas chispas Pero, por poco, no servía como fuente de calor Al finalizar la ronda de cuentos Los niños fueron levantándose lentamente del suelo Y se dirigieron a sus carpas a descansar Algunos querían seguir, pero el cansancio y las historias Ya habían dejado somnolientos a la mayoría Demian, por otro lado, estaba bien despierto y aún frente al fuego En la soledad de la noche, había muy poco ruido Algunos grillos lejanos, el viento y frente a él Lo que restaba del fuego Pasaban los minutos, y su mirada se mantenía ahí, inalterable Luego de una ráfaga de viento que atentó contra los restos del fogón El acompañamiento de Demian en esa noche fría, se volvió aparente Su mirada continuaba congelada en las brasas Cuando una gota de sangre comenzó a brotar de su nariz Sin moverse demasiado Y con una determinación no muy característica de él mismo Demian, retiró lentamente una madera encendida del fogón Y la sostuvo en su mano Aguantando el dolor, y observando como la misma se quemaba lentamente Sin importarle en absoluto Se levantó de su lugar con dificultad Esperó unos segundos Y comenzó a caminar en línea recta Hacia las carpas de sus compañeros