Debajo del brazo una biblia traía, Dentro de la biblia un revólver cargaba. Era un pistolero que muchas debía, Y a predicar la palabra de Dios, hoy se dedicaba. Su mayor afán era regenerarse, y sus enemigos lo andaban buscando. En la Santa biblia logró refugiarse, Y la gente al verlo predicar, decían era un santo. Entre los ruegos del predicador al dios eterno le pide piedad. De mis enemigos líbrame señor, y yo te prometo ya no hacer maldad. Un día el enemigo el más ofendido, Logró ya de tiempo por fin encrontrarlo. Con un adianfame diez tiros le dio, Pero todos fueron a pegar, en el libro santo. No hay que olvidar lo que dijo el Señor, yo soy el camino yo soy la verdad. El que cree en mi jamás morira, y una vida eterna por siempre tendrá.