Recién me doy cuenta de todo lo bueno, De todo lo santo de aquella mujer. ¡Pobre mujercita que, en el desenfreno De mis días locos, dejé de querer! Decile, che hermano, que guardo manojos De besos tan puros que no va a querer, Para deshojarlos en sus lindos ojos Llorando a su lado de dicha y placer. Decile que vuelva; así, solamente, Podré redimirme de mi mala acción. Con un beso bueno que ponga en mi frente, Sabré si me otorga su ansiado perdón. Decile que vuelva, que olvide el pasado, Mi pasado amargo, bochornoso y ruin. Decile que vuelva; traémela, hermano, Que ahora comprendo lo tonto que fui. Decile, che hermano, que guardo manojos De besos tan puros que no va a querer, Para deshojarlos en sus lindos ojos Llorando a su lado de dicha y placer.