Una luz que nunca podrá quemarme, Niebla sobre nuestras bocas abiertas. En la espuma roja mi calavera Una luz que nunca podrá quemarme. Y se hundirán los cráneos en la hierba Y no recordaremos ese dolor Que se clavaba como la daga al pecho, La sal del agua es lo que queda de mí. No habrá última vez para coger rosas Antes de perder los cielos nublados; Cada día un poco menos enteros. Una luz que nunca podrá cegarme. Ahora que somos polvo de vuelta al viento Y nuestros huesos menguan con la erosión; El mundo no recordará nuestras pisadas, La sal del agua es lo que queda de ti. Ahora que somos polvo de vuelta al viento Y nuestros huesos menguan con la erosión; El mundo no recordará nuestras pisadas, La sal del agua es lo que queda de ti. Y se hundirán los cráneos en la hierba, Los días cálidos con ese color Que se clavaba como la daga al pecho; La sal del agua es lo que queda.