Son las doce y no es muy tarde, para estar vivo y matarte, sólo el viejo azar te puede ayudar. Todos miran, cuatro juegan, nadie habla, ya no hay prisa para sortear quien va a comenzar. Una bala lleva escrito el nombre de un jugador, y dará dinero y vida al resto. El tiempo se congela mientras gira suave el tambor, cada vez más lento. Sin pasado, sin presente, nada dura eternamente. Nadie grita, sólo se muere una vez. Con los ojos muy cerrados, el dinero de reclamo, el truco es no pensar y tirar hacia atrás. La muerte espera complaciente a que esta vez haya más suerte. Siempre le da igual quien vaya a ganar. Hasta que alguien apunta y tiembla. Sabe que es el final. Y por un instante se plantea girar la mano, disparar, pillar la pasta y correr. Huir como sea. Sin pasado, sin presente, nada dura eternamente. Nadie grita, sólo se muere una vez.