Nazco de la primera semilla, En mis ojos el barro, en mis manos la greda. La noche que abre con su última estrella, Y desde la boca desde el cuerpo, Desde el invisible corazón del bosque nace conmigo la Aurora, La luz primitiva del beso, la llama que inunda la mirada. Ya no soy uno sino dos. El alba nunca olvida su amor nocturno, Lo lleva a caminar por sus horizontes. Ya no soy dos sino círculo. La vida multiplicada en el verso infinito. Es hondo el camino, es ancho El salto de la piel hacia el alma. Y un balantin que afloja y La cuerda que tira en el temporal del naufragio. Es hondo el camino, Es ancho el salto de la piel hacia el alma. Y arrojo las ropas, el miedo, los espejos, Porque no soy yo quien camina sino El linaje de los árboles, Sino el secreto subterráneo. Porque es momento de abrir ventanas Y salir por ellas. Porque ha llegado la Aurora y porque ya estamos despiertos.